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Esa tormenta llamada modelo económico

Este informe fue publicado originalmente en El Cohete a la Luna el domingo 22 de julio de 2018, por Julia Strada y Germán Muiño. Pueden leer la nota aquí: www.elcohetealaluna.com/esa-tormenta-llamada-modelo-economico.

En la conferencia de prensa del pasado 18 de julio el presidente Mauricio Macri expresó su mirada sobre la coyuntura económica: “Estamos atravesando una tormenta, la inflación bajará 10 puntos y las paritarias son libres”. Proponemos una recorrida por fuentes y estadísticas oficiales para analizar los tres ejes del discurso presidencial.  

“Esta tormenta nos sacudió cuando estábamos despegando”. (Mauricio Macri, 17 de julio de 2018.)

Hablar de tormenta es caracterizar a la actual crisis cambiaria (que ha pasado al estadio de crisis económica y promete una recesión en el segundo y tercer trimestre del año) como fenómeno sorpresivo, imprevisible, exógeno y además, transitorio. Todo ello significa desconocer los fundamentos más profundos del complejo escenario actual. En efecto, la Argentina tiene problemas estructurales de restricción externa de larga data, que en la era Cambiemos no hicieron más que profundizarse a partir del abandono de un patrón de acumulación que –incluso con grandes limitaciones estructurales— buscaba proteger el mercado interno y fomentar la industria, por otro de valorización financiera. El barco tripulado por Cambiemos se hunde porque una sucesión de medidas decidió que podíamos agujerear el fondo de la embarcación, como acto de fe para que cambien los vientos.

Al Fondo: ¿Cuáles fueron las transformaciones que profundizaron la restricción externa?

  • Se liberalizó totalmente el mercado cambiario, incluyendo la eliminación de la obligación de liquidar los dólares en la plaza local por parte de los exportadores y la compra para atesoramiento sin restricción alguna.
  • Se suprimieron los encajes obligatorios para las inversiones financieras.
  • Se suprimió el requisito de permanencia temporal mínima en el país para capitales financieros: en diciembre 2015 Alfonso Prat Gay la redujo a 120 días y el 5 de enero 2017 Nicolás Dujovne lo eliminó. Pueden irse cuando quieran, lo que desde ya incrementa la vulnerabilidad externa.

Los datos que provee el Banco Central son ilustrativos de esta agudizada brecha externa. La cuenta corriente del balance cambiario pasó de un déficit de 6.786 millones de dólares en el año 2015 a un déficit de 11.396 millones de dólares en el año 2017. Por su parte, la fuga de capitales (aquí considerada a partir de la formación neta de activos externos –FAE— por parte de residentes) pasó de 8.520 millones de dólares en el año 2015 a 22.148 millones de dólares en el año 2017. Si miramos el desempeño de los primeros cinco meses de 2018 la velocidad de esta sangría de divisas no parece reducirse: el déficit de cuenta corriente del balance cambiario y la FAE ya superan los 5.500 y 13.600 millones de dólares, respectivamente (1).

Un dato de color: del último informe del BCRA sobre evolución del mercado de cambios surge que en mayo de 2018 el 63% de las compras netas de divisas para atesoramiento fueron por montos superiores a los 2 millones de dólares. Sin embargo, el gobierno no se muestra dispuesto a imponer límite alguno, ni siquiera un régimen similar al que rigió entre abril de 2004 y octubre de 2011 que establecía 2 millones de dólares mensuales sin requerir autorización. Levantaron el rígido control de cambios de 2015, reinstauraron la compra de 2 millones hasta mayo de 2016, luego lo aumentaron a 5 millones mensuales y en agosto de 2016 finalmente lo liberalizaron por completo.

Para explicar el modelo (o la tormenta) hay que agregar dos variables más. Primero, la política monetaria restrictiva, con las consiguientes tasas altas que conlleva, y segundo, el endeudamiento externo de crecimiento vertiginoso a partir del acuerdo con los fondos buitre. Desde ese momento ingresaron gran cantidad de inversiones financieras extranjeras que, en un contexto internacional desfavorable, decidieron salir de los países emergentes y dieron el puntapié para la corrida de abril. Claro, en el mercado de cambios argentino 8 de cada 10 dólares provienen del sector financiero y ante el primer sacudón, los propios actores del mercado financiero perdieron la confianza. El 8 de mayo el anuncio del retorno al FMI tenia, para el gobierno, el objetivo de oficiar como último garante del modelo y así calmar los ánimos. Pero cualquiera que hubiera leído las recomendaciones para la Argentina en el informe de consulta del Artículo IV de diciembre 2017, sabía que la primera prescripción era una devaluación. Como si fuera poco, a pesar del mandato legal de defender el valor de la moneda, la impericia y por momentos indecisión de quienes están al frente del BCRA potenció la crisis, y el resultado es conocido: el tipo de cambio de referencia (dólar mayorista) pasó de $18,55 en enero de 2018 a $27,65 el pasado viernes 20 de julio, habiendo tocado los $28,86 a fin de junio.

“El objetivo sigue siendo bajar la inflación y el acuerdo con el Fondo apunta a esto. Va a bajar más de 10 puntos para el año que viene y estaremos en un digito para el otro”. (Mauricio Macri, 17 de julio de 2018.)

La frase del Presidente no puede dejar de contrastarse con el último dato del mes de junio, informado por un instituto de estadísticas que se había esforzado por arrojar 2,1% en el mes de mayo, pero ya no podía minimizar la suba del mes de junio, totalmente afectada por la suba del dólar. En junio el índice de inflación fue de un 3,74% en su medición nacional (3,9% en Gran Buenos Aires) y resulta ser el segundo dato más elevado —conocido— de la era Cambiemos. El más alto anterior fue el primer guarismo publicado luego del apagón estadístico decretado con la llegada de Todesca, el de mayo de 2016, que con su anterior metodología ascendió a 4,2%. Cabe tener presente que el IPCBA que mide la Dirección General de Estadística y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires registró su valor más alto justo un mes antes que el INDEC restableciera la publicación del índice, en abril de 2016, donde se combinaba el efecto de la devaluación con el tarifazo: 6,5% fue la marca de abril.

Pero el dato de junio sí rompe récords en lo que a alimentos refiere: 5,2% de incremento con relación al mes anterior. Entre los alimentos que mide el INDEC, ganaron la carrera la harina de trigo triple 0 (23,5%), el pan francés (10,8%), y los fideos secos guiseros (7,6%). Difícil pensar que las retenciones a las exportaciones –de trigo, en este caso— no sirven para desacoplar una insólita dolarización de la comida en Argentina. Restablecer las retenciones al trigo y al maíz hubiera reducido el impacto de la suba del dólar (que ya lleva 51% desde enero 2018), así como hubiera permitido allegar recursos al Tesoro, sólo preocupado por reducir el déficit fiscal a través de la columna de los gastos y nunca de los recursos.

La inflación acumulada alcanzó en los primeros seis meses del año un 16% y la interanual acumula un 29,5%. En su primer año tuvo una inflación del 41,05% según el IPCBA, superando en 3 puntos porcentuales al valor más alto que midiera el instituto de estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires para el gobierno anterior (38,04% para el año 2014). En 2017, alcanzó un 24,8%, lejos de aproximarse al dígito prometido, según INDEC. Para 2019 el Presidente aseguró en la conferencia de prensa que la inflación bajaría 10 puntos, lo que no dijo es a partir de qué mes de inflación acumulada de 2018 estarían pensando en esa reducción.

La imposibilidad de cumplir la meta significaría también la directa intervención del FMI. Si se supera el 32% (cota superior autorizada por el Fondo para junio, septiembre y diciembre) corren riesgo los desembolsos futuros. Si el IPC que mide el INDEC en julio alcanza el 3% como es esperado, para que no supere el 32% de inflación interanual en septiembre, en los meses de agosto y septiembre la inflación debiera promediar menos de 2% intramensual. El escenario para diciembre no es más auspicioso en ese terreno. 

“Las paritarias siguen siendo absolutamente libres y cada sector en función de su realidad ira reacomodando sus salarios en función del aumento de la canasta y del consumo de sus trabajadores”. (Mauricio Macri, 17 de julio de 2018.)

Muy contrario al concepto de paritarias libres, Nicolás Dujovne hizo enormes esfuerzos para acotar la negociación paritaria a un magro 15%. Dujovne manifestó en conferencia de prensa en mayo de este año, cuando la meta ya se tornaba una ilusión, que “la meta del 15% actúa como articulador de un programa económico” y que sobre ella “se ha planificado el gasto público y se han negociado paritarias”. A confesión de parte, relevo de pruebas. Las expectativas del propio mercado financiero que releva el BCRA (REM), en enero de este año ya hablaban de una inflación para 2018 de 19,4%. Hoy esas expectativas se ubican en el 30%. ¿Qué función tenía entonces la meta de inflación? Disciplinar las negociaciones paritarias. Así es como en la mayor parte de los convenios colectivos de trabajo se negociaron paritarias en línea con esa pauta del 15%. Muchas de ellas que no se tradujeron aún en aumentos de bolsillo de esa magnitud siquiera para las y los trabajadores comprendidos en esos convenios, debido al esquema de cuotas que en su mayormente adoptaron. A continuación mostramos solo algunos acuerdos de las ramas más representativas de economía. Todos 15%.

En junio, ante la convocatoria a un paro general por parte de la CGT y las dos CTA se estableció por decreto un mecanismo de homologación abreviado para renegociaciones paritarias moldeadas por el propio Poder Ejecutivo Nacional en ese decreto. Un techo a las paritarias supuestamente libres que fue normativamente reconocido sin sonrojarse. El ministro Dujovne planteó que “cada sector podrá adecuar, de mutua conformidad, hasta 5% para el trimestre inmediatamente posterior, pudiendo pactarse hasta en un 2,5% de incremento mensual en dos cuotas”.

Un nuevo techo, esta vez de 20%. El mismo ya fue superado por algunas organizaciones sindicales, y luego del puntapié inicial de Camioneros al alcanzar el 25% con cláusula de revisión, es hasta el momento el mejor escenario para las y los trabajadores. Y sin embargo, implica una segura pérdida de poder adquisitivo.

El resto de los ítems contenidos en el Staff Report no son mejores para la clase trabajadora. La batalla por el presupuesto, con un recorte de 300.000 millones de pesos para 2019 es la próxima marca en el calendario del ajuste, que recién empieza.


Notas al pie

(1) Es importante esta precisión técnica. Se suele argumentar que la “formación de activos externos” no es exacta para medir la fuga, porque muchos de esos dólares permanecen como ahorros bancarizados en la Argentina (e incluso una porción se contabilizan en las reservas). De hecho, entre el 10 de diciembre de 2015 y el 31 de mayo de 2018 los depósitos en dólares del sector privado en el sistema financiero argentino pasaron de 8.924 millones de dólares a 25.843 millones de dólares, creciendo así en 16.919 millones de dólares (y revelando una impresionante dolarización de los ahorros argentinos, muy lejos de la “confianza” en la moneda local promovida por el presidente Mauricio Macri y el saliente Presidente del Banco Central). Pero lo cierto es que del total de la formación de activos externos (FAE), es decir, de los 47.724 millones dólares que en forma neta adquirió el sector privado entre diciembre 2015 y mayo 2018, sólo 16.919 millones de dólares permanecieron en el sistema financiero, fugándose la diferencia que asciende a nada menos que 30.805 millones de dólares.


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FMI, Dólar, Ajuste, Política monetaria, Política fiscal